Rutina, según la RAE, es la “habilidad que es únicamente producto de la costumbre”.
La inmensa mayoría de las personas hacemos las cosas mecánicamente, a fuerza de la cotidianeidad;
nos hacemos hábiles a base de repetir muchos actos en cualquier trabajo que ocupemos, y así conseguimos cierta profesionalidad que beneficia a la empresa a la que dedicamos nuestro tiempo. Por ejemplo cajeras de un supermercado, enfermeras con pacientes en diálisis, trabajo en cadena, etc…
La inmensa mayoría de las personas hacemos las cosas mecánicamente, a fuerza de la cotidianeidad;
nos hacemos hábiles a base de repetir muchos actos en cualquier trabajo que ocupemos, y así conseguimos cierta profesionalidad que beneficia a la empresa a la que dedicamos nuestro tiempo. Por ejemplo cajeras de un supermercado, enfermeras con pacientes en diálisis, trabajo en cadena, etc…
Por otro lado, también es halagador cuando “rompemos la rutina“: unos días de puente, unas vacaciones de Navidad, Semana Santa y, sobre todo, el mes de agosto. Entones es cuando decimos: ¡A vivir! ¡Al carajo la rutina!
En estos días, los niños y adolescentes vuelven a sus rutinas después del merecido descanso estival, incluido mi nieto. Casi todos los pequeños lloran cuando se dan cuenta de que la libertad del verano ha terminado, pero al mismo tiempo están contentos porque todos necesitamos esas rutinas que hacen que las vacaciones se disfruten mucho más.
“Desde el nacimiento hasta la muerte, de lunes a lunes, de la mañana a la noche, todas las actividades, están rutinizadas y prefabricadas”
(Erich Fromm)